La discoteca

Abre los ojos de golpe, sintiendose observado. Busca a la chica pues sabía que se trataba de ella, fijándo su mirada en ella. Se relaja un poco, ignorando los insistentes pensamientos ajenos.

Sonreí ampliamente cuando me miró y le hice un gesto para que viniese a sentarse a mi lado.

Haciendo leves muecas por los pensamientos ajenos que le llegaban se acerca a ella, sentándose en el banquito de al lado.

-¿Estás bien? Pareces agobiado...- Dije hablándole como si le conociera desde siempre, dejando de sonreír.

-Nada importante- dice sencillo. No le gustaba hablar de eso, pues se sentía vulnerable.

-Si tú lo dices...- Dejé el tema, volviendo a sonreír divertida.- Soy Lena.- Tendí la mano hacia él, mirándole fijamente.

No desvía la mirada, no le intimida en nada. -Santino- se presenta, estrechando sus manos.

Le aguanté la mirada, contenta de encontrar al alguien que no desviara la vista cuando le miraba a los ojos.
-¿Vienes mucho por aquí?- Ladeé la cabeza sonriendo con picardía.

-Sí, la diversión aquí es constante- dice sonriendo de lado, pícaro como solo él. En ningún momento desvía la mirada.

-¿En serio? Los humanos parecencen algo aburridos.- Dije sosteniéndole la mirada, consciente de que era un vampiro, al igual que yo.- Aunque supongo que de todo hay.

-Exactamente. Sí, pueden llegar a ser aburridos pero tambien divertidos si desean- dice.

-Hum...- Me levanté y me situé en frente de él con una sonrisa encantadora.- ¿Bailas?

Sonríe de lado, levantando leve una ceja, divertido. -Por supuesto- se levanta, ofreciendole su mano, educado.

Reí entre dientes y cogí su mano, hice una graciosa reverencia cogiendo la punta de mi vestido.
-Caballero.

Hace una reverencia, colocando sus manos detrás de su espalda. -Damisela-

Rodeé su cuello con los brazos sonriendo con picardía, y empecé a moverme al ritmo de la música.

Posa sus manos en su cintura, atrayéndola a él, descarado. Se mueve al compás de la canción.

Aproveché la cercanía y le mordí juguetona el labio inferior, sin dejar de bailar.

Sonríe, pícaro. Muerde suave su mandíbula, sin dejar de bailar.

Jugueteé con su pelo y acaricié la línea de su mandíbula con los labios, moviéndome con él.

Le roba un beso, leve, luego se aleja, sonriendo pícaro, como solo él.

Le devolví la sonrisa y estiré el brazo, agarré el cuello de su camisa y le atraje hacia mí, robándole un beso más profundo, le solté y le miré con la misma sonrisa.

Se acerca de nuevo a ella, robándole otro beso mucho más profundo y largo que los anteriores.

Correspondí a su beso con intensidad, apoyando las manos en su pecho.

Rodea su cintura con ambos brazos, acercándola más a él.